3° parte.- LOS INICIOS (preparatoria)
Además del deporte que me ha ayudado a mantener muy firme mi cuerpo aún en mi madurez, ¿Qué
pasó en la prepa que estimulará mi deseo por experimentar ser hembra? La asistencia a muchísimas
películas de corte erótico. Títulos como Emmanuelle con Sylvia Kristel, la Historia de O, filmes
italianos de Tinto Brass como La llave, Todas lo hacen , El hombre que mira, Monamour. Más
italianas como La Signore dell notte con Serena Grandi despertaron en mí el morbo, el placer por
el sexo, uno de los manjares de la vida. No eran películas plenamente pornográficas, sino que
llevaban una historia, una trama y despertaban la lujuria, mujeres esculturales, de grandes nalgas,
me hice aficionado al derriere, al culo, a las nalgas, me obsesioné con ellas, aún hoy soy un gran
admirador de un buen trasero. Cierto que lograron iniciar en mí la calentura, el rol activo que solo
hasta más años tarde lograría realizar, teniendo como 21 años. PERO y ojo, también despertaron en
mi la conciencia de que la naturaleza me había dotado de nalgas de mujer, ahora recuerdo sin
saberlo a ciencia cierta en esa época que cuando salía a jugar soccer (unos dos o tres partidos por
semana) me encantaba lucirlo, me maravilla acariciarme yo mism@, y extasiarme de que no tenía
vello alguno sobre la superficie blanca y dura de mis sentaderas. Me inicie en la masturbación
moderada. Pero ahora, en perspectiva, en el fondo deseaba ser Emmanuelle siendo empalada en el
asiento de un avión, enculada en el retrete, acariciada por un pordiosero en sus portentosos muslos
dejándose hacer hasta el gemido, poniéndose en cuatro ante el ganador de una pelea de box
callejera para que delante de todos sea embestida por el asiático. Quería poner la cara de placer
infinito de la infiel casada que en las películas de Tinto da las nalgas a otros, quería ser la mujer de
gran nalgatorio qué de perrito, paradita o inclinada sobre una mesa ofrece la retaguardia a su
amante en turno, sabiendo que su marido la ésta observando o imaginando como es otro el que la
hace gemir y gozar por un lado no tan tradicional. En esa época fajé. Metí mano en traseros
acariciándolos, amasándolos, hasta pequeñas nalgaditas llegué a dar. Apuntille (hoy le llaman
twerking o perreo) a cuanta mujer se dejará, gozaba, pero muy en el fondo yo quería ser ella, por
eso casi siempre les preguntaba: ¿te gusta? ¿Qué sientes? Cuando respondían que les encantaba,
yo imaginaba el sentirlo. CONTINUARA
CUARTA PARTE
Entre a la Universidad, vivía en ella, era una Institución cara y de prestigio en el centro del país. Las
chavas y cuates de dinero que asistían por lo general eran muy guapos y de cuerpos de infarto. Era
bueno para el estudio y me gane un apoyo económico para poder cursar la carrera. Al principio
batallé, pero una vez que le encontré el modo, todo salió a pedir de boca. No tuve novia aquí ni en
los periodos anteriores, solo habían sido pequeños fajes, rozones, re pegadas y así. En la Uni, seguí
asistiendo al cine. Era ahora una ciudad más grande, y tenía un cine de solo porno y como otros
dos de cine erótico clásico. Casi cada semana asistía a uno u otro y los calentones estaban a peso.
Una vez más en el fondo, ahora reconozco yo me veía en las protagonistas. Seguí haciendo mucho
ejercicio. Siempre tuve poco vello en las piernas y ahora mis muslos lucían poderosos, fuertes,
macizos (los que quieran fotos, con gusto se las paso por msm), mis sentaderas nunca han tenido
vello y estaban respingonas, duras. Me aficione a las revistas de relatos e historias con fotos
sexuales. En todo este rollo universitario, con los cuates se empezó a poner de moda medio jotear,
recuerdo que, aunque quería no me salía, aun hoy no soy nada obvio, ni amanerado, solo alguien
de verdad muy suspicaz se podría dar cuenta que si soy un tanto metrosexual o muy arreglado con
ciertos tintes de putón. Lo qué si me salía y muy bien era repegar mis nalgas a la virilidad de otros,
claro con ropa de por medio, era algo común, ya que no era tan frecuente. Se hacía cuando
asistíamos en bola al cine, recuerdo muy bien que en una ocasión fue un cuate que era nuevo en
el grupo y que al poco tiempo se dio de baja de la escuela. Creo que era del Edo. De Veracruz, el
caso que el cine estaba a reventar, lleno de puro malandro calenturiento, puro chaval de toda la
ciudad que asistía a ese Cine, que por cierto era muy bonito, de esos antiguos que ya no existen.
Era una película porno, en una escena que se me quedo grabado, un cuate le pone un cojidón a
una hembra buenísima por detrás parados ambos al lado de un árbol, hasta recuerdo el nombre
de la película: Pasiones Salvajes. El caso es que la bola de camaradas se desperdigo y yo creyendo
que era Jesús el que estaba detrás de mí, sin más que le dejo ir mi nalgatorio, con Jesús se daba
este jueguito sin más, él siempre se reía y me retiraba con calma. Para mi sorpresa y susto me di
cuenta que no era él, ya que era gordito de mí mismo tamaño, pero al voltear para ver quién era,
vi los ojos negros de este cuate más alto que yo, que ni siquiera recuerdo su nombre y que con
firmeza me tomaba de mi acinturado talle para dejarme ir su vergón que clarito sentí a través del
delgado pantalón pegadísimo, ya que llevaba uno de esos que se ocupaban en esa época de una
marca que creo ya no existe. Fue tal la decisión y empuje con el que me estaba puntilleando, que
temblando le deje hacer. La escena era larguísima, la follada estaba a mil y el perreo ligero en
cuanto a movimiento, pero intenso en su pegada, que me daba este morenazo era de
campeonato, me empezó a acariciar los cachetes de mis nalgas, sin saber cómo me acomode de
tal manera que nadie podría percibir de primera vista que estábamos gozando de lo lindo. Empecé
a sudar, me humedecí de mi verguita (la tengo chica), de repente tomo mi mano y por un
momento se la puso en su daga, acaricie como pude, sabía cómo, lo había visto en tantas
películas, solo fue un ratito, para volver a ponerme en medio de mis montañas de carne su pene
que siguió y siguió hasta que en bufido caliente que sentí en mis orejas, se vino y se fue, yo estaba
mojadísim@. No lo volví a ver en la Uni, esta era muy grande y era fácil no ver de repente a
conocidos.
Era también típico que, si alguien estaba sentado en la cama, de pronto llegabas y te le sentabas
en su ingle y lo cabalgabas como si te estuviera tirando. Más de una vez lo hice, y nunca fui tildado
de gay, todo era relajo, pero yo en el fondo me encendía, me ponía colorad@ y me humedecía.
Mi círculo de amistades era similar al de mi estrato, jóvenes con apoyos o de clase media que sus
padres realmente los apoyaban con bastante esfuerzo. Yo para ese entonces alcance la estatura
que hoy tengo, tendría unos 20 años, midiendo 1.76, yo creo pesaba en ese entonces como 66
kgs., es decir verdaderamente flaco, pero nalgón y piernudo. Sería talla 28 o 30…hoy día peso
entre 74 y 76 kgs. según le entre a la comida que me encanta y a esta edad de 53 años, es
complicado estar en peso siempre, pero gracias todo ese pasado de deporte, buen cuidado y que
ahora soy moderado en el ejercicio, soy talla 34, estando okey en mi peso y talle o índice de masa
corporal. Con un cuate del DF, bajito él, moreno, de mirada lujuriosa y libidinosa, se empezó a dar
un juego bastante peculiar. CONTINUARA
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